Mis inicios en apicultura: Mi relación con la miel, fue inicialmente culinaria, como la de la inmensa mayoría de las personas. Sin embargo, la necesidad de rentabilizar mis trayectos (desde mi vivienda habitual hasta los terrenos de mi familia hay unos 65 kms de distancia) hicieron que me aficionara a ayudar en la producción de este producto natural. Porque en la apicultura de lo que se trata es de colaborar y ayudar a las abejas a que realicen esa laboriosa tarea.
Dedicarse a la apicultura solamente está al alcance de quienes tengan un gran bagaje en el trato con las abejas y muchos años de experiencia. Para la gente aficionada como yo, recomendaría que se lo tomaran como un hobbie con una gran responsabilidad (porque estás a cargo de seres vivos). Este “hobbie” puede servirte como medio para proveerte de un alimento natural con grandes beneficios para la salud y de una rutina con altas dosis antiestrés. Porque nuestros problemas cotidianos se quedan ensombrecidos al observar el enorme sacrificio en grupo que hacen a diario estos pequeños insectos.
En este primer post, quiero resaltar que la iniciación a la apicultura requiere de una inversión “si” o “si”, sobretodo en material y equipo. A nadie se le ocurriría ir en bermudas y chanclas… bueno…a nadie con dos dedos de frente. Además, tienes que disponer de una ubicación para iniciar tu apiario y que esté permitido por las Administraciones competentes (CCAA, Ayuntamientos). El que pueda aprender mediante cursos presenciales u online para apicultores, mejor que mejor.
Mi primera incursión en la apicultura
Mis inicios en apicultura
Antes de terminar esta introducción, os quiero relatar mi primera experiencia e iniciación en la apicultura.
Justo antes del “Gran Confinamiento”, se me ocurrió comprar un atrayente para enjambres e impregnarlo en cuatro colmenas que estaban abandonadas y medio rotas. Compré un par de marcos por colmena y cera para cada uno de ellos. Pegué la cera a los marcos “a lo burro”, calentando la cera en la cocina de mi casa.
Errores cometidos:
Primer error: No poder ir a revisar las trampas. Después de más de dos meses de confinamiento, al llegar me encontré con que había movimiento en mis colmenares (que alegría).
Segundo error: Al tener al principio pocas esperanzas (apenas me había preparado) no tenía traje, ni herramientas para manipular los colmenares (ahumador). Tuve que retrasar mi inspección en las colmenas dos semanas más.
Tercer error: Los enjambres se formaron la mayoría en las paredes de las colmenas (al intentar las abejas estirar la cera, se terminaba despegando de los alambres). El mayor enjambre estaba hecho una pelota en el suelo.
Cuarto error: “Si no tienes ni puta idea no toques”. Mi nerviosismo, al ver el panoráma, me hizo meter mano “sin ton ni son”. Intentaba ponerlas en mejores colmenares moviéndolas para arriba y para abajo…vamos, una masacre. Terminé sacando para delante solo dos enjambres, pero muy mermados
Quinto error: Llegaron los meses de verano (julio-agosto) y la floración en Gacía es casi nula. Al estar tan debilitadas me decidí por la alimentación artificial y ,pensé voy a poner gran cantidad de polen y aditivos azucarados…y “volá”, empecé a ver otra vez “puesta”, así como las visitas cotidianas de unas invitadas no deseadas.
Última batalla:
Mi exceso de alimentación artificial y la gran debilidad de los dos enjambres provocó el aumento de las visitas de avispas, provocando una lucha fracticida.
Primero, las avispas se centraron en el enjambre más débil y lo destrozaron. Cuando llegué y abrí la colmena me encontré con decenas de abejas muertas y sólo dos avispas. Tapé con rapidez la colmena, dejando en su interior unas 30 avispas alimentándose con los restos. Mi desasosiego y rabia me hicieron regocijarme de la futura muerte de esta treintena de visitantes, “pensando en su lenta muerte”, pero la guarnición de las imperialistas avispas era mayor de lo que pensaba y, al día siguiente, me encontré con lo que podría ser la última batalla.
Gran cantidad de avispas sobrevolando la piquera de mi última colmena y decenas de defensoras abejas en la entrada. Las avispas entraban estilo “kamikaze” hacia el interior de la colmena, rompiendo la primera línea de defensa pero, a su vez, veía como la sacaban a empujones, picotazos, mordiscos…
En ese momento decidí a unirme a ellas, mientras las pobres abejas “se ponían a dos patitas” para poder abarcar la entrada de la piquera. Yo, mientras tanto, estaba fuera dando manotazos de un lado para otro. No tenía fin, incluso con la caída del sol no cesaban las llegadas de las visitantes.
Desenlace:
Finalmente me fuí, sin apenas visibilidad y dejando un gran resto de cuerpos amarillos por el camino. El plan que orquesté (dando vueltas en la cama y sin poder coger el sueño después de lo vivido y con algún que otro codazo de mi “Nadi”) era madrugar y cambiar la ubicación de mi colmena.Pero al llegar con las luces del alba ya no había enjambre que cambiar. El estrés sufrido el día anterior las hizo huir y abandonar su hogar.
Me sentí como un inútil, e incluso me hizo sentirme una mala persona, pero junto a esta decepción se despertó en mi un gran cariño hacia estos insectos. La lucha de las abejas por el bien del grupo demuestra que ellas se sacrifican hasta el final y que el problema son los malos apicultores (como yo). Me despertó un deseo de rendirme y empezar una nueva preparación, pero sin seres vivos que sufran mi incompetencia.